Siete segundos en Brooklyn

Ella entró,
sólo siete segundos mientras dormía
una siesta
escondido.

Pude sentir los vientos del acero
enredándome las venas
como hiedras
serpentarias,
trepando
bajo mis pies
sobre este río,
sobrevolando la cuenca
hormigonada.

Ahora las hojas me despiertan
en la hierba,
como en el claro de sus huellas
de luz en la distancia;
parpadeando siete segundos
su llamada.

Buenos Aires, 10 de agosto de 2014

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