En lo profundo
hay un espacio curvo nítido de superficie
que no admite secantes ni otros planos;
que dispersa el fondo y te distingue
sin difracciones.
He dejado de contar el tiempo.
El disco de luz que lo atraviesa prescinde del infinito
y su calibre me refleja la distancia en tu pupila;
y me convergen los puntos focales obturando
sin multiplicaciones.
Ya no más el doble,
ya no más la mitad de nada;
hoy la luz de una vela alcanza a iluminar lo necesario.
Buenos Aires, 30 de julio de 2014
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