Ya quisieran las abejas el enjambre de aguijones que acarician mi garganta untada de tus nervios.
Ya quisiera la reina alimentarse de tus manos sin culpas objetivas de su clase u otros vicios de la monarquía.
Ya quisieran los zánganos pretender obreras sin catástrofes ideológicas.
Ya quisiera la colmena apreciar la neblina que empaña los vidrios de tu biblioteca.
Yo no sé,
yo sólo abro el frasco y en cada cucharada,
disfruto el espasmo de todos tus sueños,
Buenos Aires, 15 de julio de 2014
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