Como Lunes

Me levanto a las seis con el ánimo por el piso,
las sandalias puestas en calzones,
las bermudas con el cinto,
la remera blanca
y todo eso.

El baño es un cuarto de hotel deshabitado hace tiempo,
una mampara manchada con petroglifos de humedad, 
un espejo que se oxida a expensas de mis ganas,
esas pocas 
y a esta hora ennegrecida
por los bordes de un amanecer presunto.

¿Por qué el sol no sale nunca por el oeste?
¿Por qué no derrite la ventana glaseada pulmonar del edificio?
Si no encuentro ahora mismo una respuesta contundente no salgo,
me encapricho.

Acaso la inercia se disfraza de esperanza
sopesando razones absurdas de la respiración 
y el miedo a la asfixia, 
en fin.

Me preparo un café más claro que el agua, 
las naranjas exprimidas en el vaso,
el agua caliente con la coca,
el cigarro prendido
y todo eso.

La cocina es la guerra después de la guerra,
una vajilla ensangrentada y despojos putrefactos,
una mesada que brilla mis ausencias, 
y otras tantas perdidas
en la borra inteligible
decantada hacia los fondos de mis botellas vacías.

¿Quién supo descubrir la fermentación de los azúcares?
¿Quién no advirtió la resaca ponzoñosa que me irrita hasta la boca del estómago?
Si no encuentro ahora mismo un culpable convincente me profugo,
no me hago cargo.

Acaso la entropía se confunde con la muerte
considerando presiones probables del azar
y el destino irreversible,
en fin.

Me camino la casa antes de irme,
la billetera el dinero la sube en el bolsillo,
el último pucho sin la caja,
la llave colgada
y todo eso.

Afuera persiste un simulacro siniestro como una parodia,
una pantomima programada para ganarme el sustento,
una ilusión cándida zanahoria abrillantada,
retórica constante
de inquietudes pretenciosas
coartadas por las mismas tijeras y alicates del tiempo.

¿Quién gira la llave feliz cuando arranca?
¿Quién puede estar tan contento que ruede por las escaleras?
Si no encuentro ahora mismo un motivo suficiente me abandono,
me huyo despavorido.

Acaso el gato que me mira se despide
sin comprender a ciencia cierta la mecánica
y la necedad de las paradojas,
en fin.


Buenos Aires, 10 de febrero de 2014

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