que esta calle ya no alumbra
malparida
imberbe,
ni la sombra virginal de un pubis
desvestido a machetazos.
Cómo vas a dar a luz en el pavimento,
donde sólo crece mala hierba
y se asoman los pastos
narcisos
ansiosos
por reflejarse en cualquier charco
cuando llueve,
si es que llueve.
Aprovecha el brillo mientras dure
que la parada más próxima es la ceguera,
allí donde te abrasa el asfalto
y te aplasta crujiente como una fritura.
Ya verás que
entre sus dedos
sólo te espera el espasmo,
y el torax quebrado a la intemperie
sin auxilio.
Fíjate como palidece el verde y lo rápido que se apaga,
como delante tuyo ya no ves pasar ni una mosca,
ni jejenes henchidos de sangre
satisfechos,
ni orugas con alas policromadas en el piso.
Huye cocuyo, cuando puedas;
muchacho,
hazme caso.
Buenos Aires, 28 de febrero de 2014