Condición necesaria

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Deberé viajar con las nubes,
condensar el tiempo en minúsculas gotas
de mercurio.

Hoy hubo una neblina espantosa hasta bien tarde,
la autopista vomitaba las luces sobre ruedas
y la humedad se cortaba en fetas gruesas
como una mortadela transpirada.

Hoy quise hacerme humo de una vez
en el puente enrejado sin sombras,
y evaporar los baches sucios putrefactos
que me estancan.

Deberé viajar con las nubes,
equilibrar en parciales la suma de presiones
que aclimato.

Siempre una gota más rebalsa y desagota,
siempre el temple variable del aforo engaña
infeliz al destino de una aguja.

Siempre el fiel de la balanza enajenada
tiembla el pulso a la espera de sentencias firmes,
de piedra en el agua y corona y glup
y círculos eternos que brotan sin orilla.

Deberé viajar con las nubes,
vaporizar cada instante de esta hemorragia
deshidratada.

Evaporarse es el único modo
ya a esta altura del puente sobre la autopista,
tan lejos del mar,
inundado de asfalto y hormigón armado hasta los dientes,
envuelto en circunstancias tejidas tapiadas de amalgama,
que no alcanzan a filtrar de este cuerpo frío,
el ahogo necesario y sublimante
que me flote hasta tus costas.

Evaporarme y hacerme nube,
viajar variable a la velocidad del viento,
padecer las tormentas circundantes,
las calmas eternas de la noche despejada,
las alturas anoréxicas del recuerdo,
la brumosa cercanía del peligro a la tierra sedienta
que me atrapa.

Deberé viajar con las nubes,
llegar allí un mes cualquiera sin aviso,
precipitarme intenso sobre tu cabeza descubierta
de sorpresa tropical y aguacero vespertino,
recorrerte rotunda completa y para siempre,
derretido en tu cuello
como un pálpito humectante.

Y entre mis restos,
entre mis gotas salpicadas de azogue perpetuo y ceniza,
confiar de un roce tuyo hasta volverme piel,
pellizcar el sueño en lo profundo de la carne,
fundir de un abrazo este cristal de huesos rotos,
besar de un soplo el anhelo suspendido en una nube,
y pulverizar la distancia de una vez por todas,
si es que te alcanzan, para entonces, todavía,
mis palabras tenues derramadas en tu oído.

Buenos Aires; 12 de junio de 2013

Desagradecimiento

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Qué hacen tus manos trayéndome de vuelta,
déjame ahí,
donde el sol deshiela los pastos
cenizos en turquesas blandas.

Qué hacen tus ojos asustándose de frente,
no te puedo ver,
si acaso percibo la bruma del mar
como nubes derretidas en la arena.

Qué hace tu voz despertándome sin muerte,
tengo miedo,
preferir el vacío indoloro interminable
del ahogo que me salvas sin un beso.

Buenos Aires; 08 de junio de 2013