—¿Qué escribe? —Te preguntó. —La historia —Le dijiste.
—¿Y no podría parar un rato? —Disimulaste una mueca por sonrisa, y justo luego de escribir los dos puntos y el guión le contestaste: —Podría, pero se me escapa el tiempo. —Ese que transcurre hasta la próxima pregunta: —¿Ud viene siempre acá?
Demoras en contestar, pero no dudas: —No recuerdo, creo que sí, hace tiempo he perdido la memoria.
—¿Y cómo hace? —De nuevo paciencia en el trazo, que no se escapen las ideas: —Escribo ¿acaso no me ve? —No, probablemente no te vea: —¿Recuerda al menos por qué vino? —No, no realmente: —Huyo. —Se sorprende y esperas la siguiente pregunta: —¿De qué? —Ya le he dicho que no sé, que lo he olvidado.
—¿Y cómo puede recordar que huye? —Piensas sostenidamente las últimas frases, dando lugar a un silencio como quien toma aire: —-No es un recuerdo, es una sensación —dijiste antes de permitirte una pausa —Siento que huyo, que me escapo, que me escondo.
—¿Y no le intriga saber de qué huye? —De nuevo la mueca, esta vez casi espontánea. —Mire, siento como si la huida hubiese sido tan rápida, tan intempestiva, tan urgente y necesaria que dejé atrás los recuerdos y nunca me alcanzaron, debo haberme escondido muy bien ¿no le parece?
De nuevo sorpresa: —Podría ser sí... — Quizo decir ella pero la interrumpes:—En todo caso me siento bien aquí escribiendo, me siento seguro entiende, no digo intocable, porque a fin de cuentas yo sé que en algún momento pararé de escribir y me dedicaré a vivir algo, no sé, lo que me toque, pero para eso mire, necesito un pasado, es muy duro vivir sin pasado sabe. ¿Qué pasa si me olvido de nuevo? Debo escribirlo todo, al menos por ahora ¿entiende? debo crearme lo que en el futuro será mi pasado, imaginarmelo entero, documentarlo minuciosamente, y lo peor sabe, es que necesito creérmelo, que es de todo, lo más difícil. Si supiera cuántos pasados inverosímiles se puede llegar a imaginar uno .—Respiras, y sigues ya más tranquilo:
—Pero eso ya vendrá después, cuando pueda leer esto de acá a unos años quizás y sonreirme sin vacío sabe, lo peor de todo siempre es el vacío. Pero ya llegará, ya llegará ese día por sus propios medios. Mientras tanto, sólo escribo.
Se te quedó mirando, otras habrían huido despavoridas en apenas una oración, y sin embargo ella a veces parece que sigue ahí, mirando, indagando, aún cuando parece que no está, y te preguntas por qué, si te conocerá de la otra vida, si han sido amantes, si habrá perdido ella también la memoria, o si en el tiempo tan raro últimamente se te hubiese proyectado una dimensión posible del futuro, alguna vez, quizás con ella, que apenas escuchas como en larga distancia, se despide, se va y sigues escribiendo.
Te sientes cansado y a veces la mano tiembla ante cada centímetro ganado en la hoja en blanco, ese pálido fragmento de libreta naranja que todo el tiempo interroga cómo seguir y a menudo te sorprende sin respuesta.
El sol ya baja de los treinta grados y el domingo hay luna llena. Quizás ella vuelva para entonces, quizás recuerden algo.
Buenos Aires; 26 de enero de 2013
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