A ver si nos ponemos de acuerdo, ya que te veo intenciones de tropical desconocedor de latitudes, de caluroso agobiante y sostenedor de este sol que raja las piedras sin ternura: No, no es este el modo; y te falta, debes saber que te falta. En primer lugar ni siquiera es verano para tanta temperatura, empieza por respetar las estaciones, darte tu lugar, austral y rioplatense, orillero y porteño.
Entiendo que en tu ímpetu irrefrenable adolescente tardío se te dé por pretender convertirte de sopetón en eterno verano, en cielo perpetuo despejado con nubes bajas de ocasión (que aunque fugaces se agradecen). Pero no, insisto, no es que se te vaya la mano, es que se te pierde el ritmo, que para ser trópico querido te falta la clave, que el dos por cuatro no se hizo para estas temperaturas. ¿O acaso alguna vez viste un compadrito en bermudas, o una milonga con chancletas, o a Carlos Gardel en guayabera? No papi no, date tu lugar, que si bailas tango en la arena lo más probable es que se le claven los tacos de aguja hasta el fondo y la bufanda la tengas que usar de toallita para secarte el sudor de malevo con aires de guapo arravalero.
Tú bien sabes que ni los conventillos son solares, ni tu puerto es mi bahía, ni la costanera es el malecón.
Más allá de eso y de tus oscuras intenciones meteorológicas que nunca entenderé, debes saber (y esto es fundamental) que los aguaceros tropicales como el que te mandaste hoy, no son propios de la mañana; menos aún si se te ocurre escampar y despejar a la tarde, consiguiendo con ello una evaporación inmediata que nos arrastra primero, nos derrite luego y nos sublima eventualmente en nubes de vapores calientes, difíciles de atravesar caminando.
Todos, absolutamente todos nos dividimos en pequeñísimas partículas de polvo y humedad suspendida, y te recorremos de punta a cabo sin entender que nos has convertido a todos en la misma cosa: Pegajosos espectros emanantes de transpiración, ladrillos de humo, carne sancochada y células fundidas.
Todos, absolutamente todos nos dividimos en pequeñísimas partículas de polvo y humedad suspendida, y te recorremos de punta a cabo sin entender que nos has convertido a todos en la misma cosa: Pegajosos espectros emanantes de transpiración, ladrillos de humo, carne sancochada y células fundidas.
Al final, ahora que casi atardece, no hay ni rastro de lluvia, ni acera tibia, ni refrescada reciente. Ha quedado sólo el asfalto seco convector insoportable y algunos charquitos calientes en los que nos hemos disuelto sin remedio.
No, te falta, te falta aprender mucho todavía para ser trópico. Y aunque cada tanto hagas valer tus buenos aires a la sombra, nunca olvides que siempre, pero siempre, te faltará el mar.
Buenos Aires; 22 de noviembre de 2012
hace bien en reprocharle a la reina del plata sus intenciones camaleonicas. ¿nunca pensò como yo pensè en La Habana ...como mierda volver a casa?
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