Hay cosas que expresarlas me resultan más fluidas en la oralidad que en la escritura. Debe ser normal, calculo yo, porque si bien ambas son facetas del lenguaje, en muchos casos se me antoja que se comportan como sistemas linguísticos independientes (interrelacionados, pero independientes). Un ejemplo claro de esto es el humor cotidiano; que al depender muchas veces de un contexto tan palpable y alejado de las abstracciones del lenguaje, volcarlo sobre papel (o sobre bits) implica un talento especial y/o un esfuerzo importante.
Luego entonces, en la cotidianidad se dan situaciones que me parecen en cierta medida blogueables, y cuando me siento delante del teclado, me parecen insuficientes o intransferibles. Esto no es nuevo, por supuesto: las entradas que hoy no escribo, ayer eran cuentos que nunca escribí, o novelas eternamente inconclusas. Lo que cambió en el medio sólo fue mi posición frente a la literatura como modo de vida profesional y el descubrimiento de los blogs, que de alguna manera, es el descubrimiento de que uno debe escribir para uno mismo y no para un supuesto futuro e imaginario público lector.
Luego uno se inventa mil excusas, como la obligatoridad de ceñirse al tema, o la nunca acatada prohibición de disgregar o dispersarse. Así me pasa con el Bar, dónde después de algunas entradas sobre la castritis, algunos viejos (y malos) cuentos y alguna que otra conteniendo ciertas opiniones, me invento que debería limitarme a escribir sobre melancolías y nostalgias. Idéntica estructura tienen Período Especial y Habana Mía, obsesivamente específica.
Hace rato pretendo hacer algo distinto, y aunque no esté muy seguro de que vaya esto, veremos cómo sale. Trataré de verter acá no sólo monotemas cubanos, sino veremos que interpretación de mi cotidianidad encaja en la estructura que me he pensado. Y es que obvio que he diseñado una estructura, y es seguramente mi inconsiente demostrándome una vez más, que mi vocación lejos de cualquier acto artístico, está en la ingeniería, sobre todo en la ingeniería de la excusa que podré generarme luego para mi vagancia, el abandono y las inhibiciones.
No espero nada bueno siendo yo el que escribe.
Luego entonces, en la cotidianidad se dan situaciones que me parecen en cierta medida blogueables, y cuando me siento delante del teclado, me parecen insuficientes o intransferibles. Esto no es nuevo, por supuesto: las entradas que hoy no escribo, ayer eran cuentos que nunca escribí, o novelas eternamente inconclusas. Lo que cambió en el medio sólo fue mi posición frente a la literatura como modo de vida profesional y el descubrimiento de los blogs, que de alguna manera, es el descubrimiento de que uno debe escribir para uno mismo y no para un supuesto futuro e imaginario público lector.
Luego uno se inventa mil excusas, como la obligatoridad de ceñirse al tema, o la nunca acatada prohibición de disgregar o dispersarse. Así me pasa con el Bar, dónde después de algunas entradas sobre la castritis, algunos viejos (y malos) cuentos y alguna que otra conteniendo ciertas opiniones, me invento que debería limitarme a escribir sobre melancolías y nostalgias. Idéntica estructura tienen Período Especial y Habana Mía, obsesivamente específica.
Hace rato pretendo hacer algo distinto, y aunque no esté muy seguro de que vaya esto, veremos cómo sale. Trataré de verter acá no sólo monotemas cubanos, sino veremos que interpretación de mi cotidianidad encaja en la estructura que me he pensado. Y es que obvio que he diseñado una estructura, y es seguramente mi inconsiente demostrándome una vez más, que mi vocación lejos de cualquier acto artístico, está en la ingeniería, sobre todo en la ingeniería de la excusa que podré generarme luego para mi vagancia, el abandono y las inhibiciones.
No espero nada bueno siendo yo el que escribe.
Ya sabes que no soy muy follower, pero aqui estoy. Un abrazo y "nos leemos"
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